Visita a Bodegas Lustau.
"Mucha historia por contar, poco que ofrecer"
Llegaba algo perdido al final de la calle Arcos de Jerez, con la vista más puesta en otra pequeña bodega contigua que en la misma Lustau. Hacedle siempre caso al instinto. Visitaba la centenaria bodega con la intención, más que ampliar mi lista de cata de vinos de Jerez, o de adquirir algún nuevo conocimiento del Marco y sus vinos, en ordenar un poco mi cabeza en torno a los productos que son de esta casa, de a quién pertenece esta marca en concreto y de donde viene Lustau.
Entrando en la bodega, chocándome con un empedrado patio central rodeado en su totalidad de arcos de medio punto - clásicos en construcciones de siglos anteriores en Jerez- y un pequeño pozo que dominaba el centro de dicho patio. Allí donde entraba, con un mero empleado de seguridad que me dirigía, no daba la sensación de mucho asesoramiento a la hora de comenzar la visita. Por fin salió a atenderme la que iba a ser mi guía durante la visita y me dirigió a una pequeña sala con una compañera para adquirir el derecho de entrada, abonando el precio establecido.
Sin más dilación comenzaba la visita. En el mismo patio central empedrado comienza con una pequeña introducción a la procedencia histórica del nombre de la compañía. Detalle que me llamo la atención, que nada más empezar la explicación, "nos encontramos en una compañía que sólo elabora vinos de calidad superior...", detalle que recalcó incluso tres veces.
Me paro aquí y hago un inciso.
En lo referente a la calidad superior de los vinos de Lustau - que será - no realizaré ningún comentario. En lo referente al mismo comentario de la guía, de cara a visitantes externos al Marco de Jerez (normalmente aficionados), no se debe recalcar tanto el sentido de que esta bodega sí hace vinos de calidad, poniendo en entredicho la calidad de los vinos de la competencia. Vinos de calidad son todos los vinos - o la gran mayoría - que defiendan en su contra etiqueta el sello de la denominación de origen Jerez.
Seguía la explicación con los detalles históricos y convulsos de Lustau. Los vinos o las soleras originales de esta bodega se remontan al año 1896 cuando un antiguo almacenista de Jerez, llamado José Luis Ruiz-Verdejo, secretario judicial de la época, poseía una finca llamada Nuestra Señora de la Esperanza, y cultivaba y trabajaba dichas viñas para vender su producción a grandes bodegas comerciales del Marco, un almacenista al uso.
Es su hija la que da pie a que estas bodegas adquieran el nombre de Lustau, cuando se esposa con Emilio Lustau Ortega, y es ya en el año 1945 cuando pasa de ser un almacenista para comercializar vinos bajo su misma marca. Ya en el año 1990, toda la producción de dicha compañía pasa a manos de la conocida marca portuense Caballero, de Luis Caballero. En el año 2000 adquieren el casco bodeguero, a la casa Harveys, en el que hoy realizan las visitas y "permanecen alguna de las soleras de Jose Luis Ruiz-Verdejo" - según la guía.
Todo ello lo comenta entre el patio y la entrada a la bodega. Bodega inmensa, enorme; a la par que bonita. 24 hileras de tres alturas, dato este último que me sorprende dado que en todas las bodegas de Jerez (ciudad) que conozco las 4 alturas son inamovibles. Techumbre alta y predominantes arcos en toda la construcción. Oscuridad relativa y dominación de grandes ventanales en todos sus laterales. Bodega de mucho albero, de botas bien encaminadas, sin marcar, sin tizar, aunque algunas con resquicios de haber sido.
La guía hizo mucho hincapié en el tema del calor en la bodega lo que "hace que se estropee el vino". Mediando el detalle de que la guía se dejaba ver un poco acelerada, quizás por la situación, la posibilidad de varios desconocimientos en alguna cuestión que se le hiciera, o su novatez, o incluso el tiempo estimado para la visita, he de decir que las explicaciones no estaban del todo desencaminadas, al menos, en cuanto a la estructura de los cascos bodegueros del Marco. (Un guion se lo aprende cualquiera).
En el momento en el que nos detenemos, veo que la visita versara con "cata a pie de bota". Colocadas en una mesa, disponemos de las botellas del vino a servir para cada momento de la visita. Antes de iniciarnos en la cata, nos explica correctamente los tres tipos de uva, la procedencia de las mismas y el uso para cada tipología.
Comenzamos con el amontillado. Raro pero cierto. Amontillado Los Arcos. En este momento con la copa servida, comienza a dar datos de diferentes "añadas" de los vinos. Los visitantes, que venían de Cáceres, comienzan a realizar preguntas en cuanto a las edades de los vinos y la guía permanece cerrada en la explicación de las añadas, dado que aún no estaba apoyada en la explicación de las soleras. La desorganización de la visita da pie a estos malentendidos. En el camino entre botas, los que hicieron la visita conmigo realizaban preguntas que ella no supo contestar, sino que se ceñía simplemente a explicación que tiene en la cabeza y no salía de ahí.
Alzando la vista de la libreta donde tomo mis apuntes, Fino la Ina, 1/626 soleras; Fino Jarana 1/508 soleras. Dichas andanas se encontraban en diferentes cascos, del que pasamos del uno al otro copa en mano, hasta llegar a parar al casco del Fino Jarana. Imagino que en dichos cascos alternaran tipología de vinos, aunque serán conocimientos que solo pertenecen al capataz ya que, como he comentado antes, no había marca de tiza en casi ninguna bota.
Paramos para la siguiente copa en la típica bota acristalada en el frontal para la explicación - ahora sí algo más correcta - y ofrece ahora para catar la manzanilla Papirusa, la cual producen en una pequeña bodega sanluqueña propiedad de la casa. En dicho casco nos encontramos en la misma situación de 12 hileras de tres alturas. Parados allí comienza a explicar correctamente las "diferencias entre un fino y una manzanilla". Afinando algo más ahora que antes en las explicaciones, diferencia las zonas de envejecimiento y las zonas de producción de uva y materia prima. En el transcurso de las explicaciones rellena la copa vacía de fino, fino Jarana. Nos encontramos ante un fino muy jerezano, de nariz punzante y boca afilada, de trago largo. Por otro lado, y explicación que agradecí, las diferencias de un fino portuense y un fino jerezano, donde remarca que diferentes zonas de envejecimiento dan lugar a diferentes finos, olorosos y tipologías de Jerez, según su clima y su posicionamiento geográfico.
Continuamos la visita, fino en mano, con la explicación del sistema de soleras a criaderas. En este punto me detengo en dos afirmaciones: "no hay fecha pero si tiempo de envejecimiento", para hacer referencia al tiempo medio estimado que pasan los vinos en botas; y "el fino mínimo 1-2 años...máximo 5 años", lo que supone casi correcto por ofrecer un intervalo de envejecimiento al visitante. Sigo diciendo que lo más correcto al visitante "de añadas" (lo que denomino a los bebedores habituales de vinos de mesa), es, a mi humilde parecer, explicarles que hablamos de una combinación de diferentes añadas de muchísimos años difícilmente reconocibles. Aun así no me parecieron del todo incorrectos esos matices.
Pasamos ahora a la bodega donde tienen los olorosos, y ahí me detengo en la afirmación siguiente: "en una misma bodega no se pueden tener diferentes tipos de vino"; si el visitante ha conocido otra bodega anteriormente, la misma guía queda retratada, y hablamos otra vez de la credibilidad de la misma, de la bodega, incluso de la Denominación de Origen. Las cosas claras y el P.X. espeso. Dicha bodega en la que entramos cobija al conocido Rio Viejo, sin embargo el oloroso a catar es Don Nuño, que resulta muy agradable en las tres etapas de la cata. Un oloroso bastante generoso en cuanto a envejecimiento y calidad. En este casco encontramos ahora 8 hileras, una oscuridad más incesante, aunque de olor me quedo corto. En este momento hace referencia al PC, pero con poco acierto en su explicación. Si una cosa no se sabe, no se explica, pero no "se engaña".
Ya en la sacristía, donde albergan los VORS, en poca cantidad, nos ofrece una copa del famoso East India, un cream muy hecho - con sus 20º alcohólicos - y con cosas muy interesantes. En esa instancia comenta que más del 80% de la producción de Lustau es vendida al exterior, y no acierta a decir cuál es el vino que más se exporta en la casa, o el buque insignia de la misma.
En vistas a no extender mucho más el artículo, resumo.
Pasada la sacristía nos ofrece una copa de Vermut en la bodega Emperatriz Eugenia, donde vemos una mezcolanza de botas de Amontillados, Palos Cortados y Olorosos, lo que hace, una vez más, afianzar mis dudas sobre la preparación de la guía, con todos mis respetos. Dicho lo cual, no veo referencia alguna al brandy que, aunque no sea "importante" en tu compañía, sin esta bebida no se explica el vino de Jerez.
En resumen: visita de baja calidad en contenido didáctico, orden ilógico de las explicaciones y categorías de productos. Por salvar algo, merece la pena por el conjunto arquitectónico, de importante atractivo para el turista o visitante. Los vinos, pues, Lustau. En cierto sentido el objetivo está cumplido ya que ordeno mi cabeza en torno al portfolio de productos Lustau/Caballero, pero mi sensaciones no son buenas a la salida de la visita y literalmente, por la puerta de atrás. Mucho - en mi humilde opinión - que mejorar.
Cuando en el segundo renglón escribo: "hacedle siempre caso al instinto", es por la bodega que está pegada a Lustau, Fernández Gao. Lo único con lo que me quedo de la visita a Lustau, es con haber descubierto los vinos de ese humilde rincón de alma pura jerezana.